Al ver la torre del Catalán podemos imaginar a los guardias corriendo para hacer señales de humo o con banderolas. Si fuera de noche encenderían un enorme fuego. Así avisarían a las demás torres, que se extendían desde Gibraltar hasta Ayamonte, de la presencia de piratas berberiscos. Nuestra Flota de India ya podría continuar tranquila y segura.
La Torre del Catalán se sitúa a medio camino entre La Antilla y El Terrón. Fue construida a finales del siglo XVI en el borde de un cabezo en la orilla del mar. Pero, tras el Terremoto de Lisboa de 1755, pasó a estar a algo más de un kilómetro de su ubicación original.
Este terremoto condenó a otras de las nueve torres construidas en la misma época en Huelva. Pero algunas, después de haber sido restauradas, conservan su aspecto primitivo.
Desde esta torre, con sus casi diez metros de altura más los 37 del cabezo donde se sitúa, se puede ver una hermosa vista de la costa, el río Piedras, la flecha de Nueva Umbría y la playa de la Antilla.
Tiene, como sus compañeras, forma de tronco con muros de mampostería, ladrillo y sillares que alcanzan un espesor de más de dos metros. Su terraza, donde se colocaba la artillería cuando era necesaria, carece de almenas, algo que la diferencia del resto de torres vigías litorales. Otro elemento curioso es el pozo situado en el suelo de la cámara interior, algo no muy usual en este tipo de construcciones.