Muchas iglesias y conventos de nuestra tierra levantados entre los siglos XVI y XVIII lo hicieron por iniciativa personal de hijos ilustres de la localidad donde se ubican.
El Templo de Nuestra Señora de la Merced de Ayamonte, situado en el barrio de la Ribera, fue promovido por Don Diego Pérez Mestre en 1640. Este Capitán de la carrera de Indias, alguacil mayor de la Santa Inquisición, familiar del santo oficio y síndico de la villa de Lepe hizo todo lo necesario para que se construyese este bello Convento-Iglesia, descansando sus restos bajo la cúpula del altar mayor.
Tras la desamortización de Mendizábal sería oficina de Hacienda y escuela pública. Hoy no se conserva todo el conjunto pues parte se vendió para levantar viviendas particulares.
La iglesia, de planta de cruz latina, tiene tres naves con cinco tramos y capillas adosadas a los lados. Sobre el primero se alza un coro alto y, al final de la nave central una cúpula con cuatro pechinas con pinturas mercedarias.
Aparte de algunas imágenes de indudable valor, como el Cristo de la Buena muerte de la escuela de Martínez Montañés del siglo XVII, cuya Hermandad tiene su sede aquí, destacan otras del famoso escultor ayamontino León Ortega, como el Jesús Cautivo o la de María Santísima del Rosario.
Pero, a nuestro juicio, la verdadera joya de esta iglesia, con permiso de las pinturas murales de Don Diego de Sousa, es su altar mayor, que sigue los cánones del barroco portugués. Con una estructura totalmente simétrica, es un claro ejemplo del horror al vacío propio de este estilo, repartiéndose por todo su volumen los diversos motivos a modo de construcción escenográfica.
Llama la atención, a simple vista, la forma de la torre con sus cornisas sobresalientes y la forma bulbosa de su chapitel, formula que vemos repetida en algunos templos de localidades muy cercanas.