PatrimonioAntes de la llegada de los romanos, cuando los pueblos de la zona tenían un floreciente comercio con los fenicios, los tartésicos y turdetanos vivieron en este enclave al que se llega por la Cañada Real del Arrebol.
Estamos en Tejada la Vieja, ciudad que debió poseer verdadera importancia en su época, a juzgar por sus yacimientos.
Del siglo noveno antes de nuestra era son los muros de la que debió ser una bella urbe. Todavía se conservan algunos paños pertenecientes a sus murallas, de considerable altura.
Todo en Tejada la Vieja hace que la imaginación vuele… el insinuado trazado de sus calles, la estructura de los hogares donde vivían sus habitantes…
Hornos, lavaderos, silos… En nada tiene que envidiar a otras ruinas andaluzas mucho más conocidas…
Sus vecinos fueron prósperos comerciantes que vendían sus productos a otros pueblos, sobre todo a los fenicios.
La decadencia de la actividad extractiva de minerales, principal producto que se transformaba y comerciaba en esta ciudad, provocó su lenta caída.
Poco a poco su población se trasladó a Tejada la Nueva, otro interesante asentamiento a escasa distancia de este.
