La Semana Santa ha sido tradicionalmente una de las festividades más importantes para los habitantes de esta localidad. No en vano, cuenta con celebraciones netamente zalameñas con más de cinco siglos de antigüedad, como son las procesiones la Hermandad de la Vera Cruz y la del Santísimo Cristo de la Sangre, que datan de 1580.
Esta ermita emblemática, nace del fervor con el que se vivía la Cuaresma en Zalamea. La Vía Sacra creada por los franciscanos a mediados del siglo XVII carecía de la última estación que supone el Santo Sepulcro. A instancias de ello, en 1776, el contador de las Reales Minas de Riotinto, D. Gabriel Alejandro Sanz, solicitó al Cabildo local el terreno necesario para erigir la ermita que debía ser la etapa final del Vía Crucis.
Ésta se construyó un año después siguiendo un diseño simplificado del Santo Sepulcro de Jerusalén, consistente en un espacio cuadrado, cubierto por “media naranja” y precedido por un pequeño pórtico al exterior.
Erigida a escasos treinta pasos del pequeño montículo con tres cruces de forja que representan el Calvario, se convirtió en la última y decimoquinta estación de la, ahora completa, Vía Sacra Zalamea.