Cientos de miles de peregrinos vienen cada año desde todos puntos cardinales a venerar a la Blanca Paloma.
El Lunes de Pentecostés, tras el salto de la reja, los almonteños la procesionan por las calles, para alegría de todos los romeros.
Refugio, esperanza… rayo de luz en la noche... Reina de las Marismas.
Las hermandades recorren los caminos… unas desde Huelva, otras desde Sevilla por la raya, y otras desde Cádiz por Doñana.
Corren, deseando presentarse ante la Blanca Paloma.
Todo es alegría, devoción, ganas de vida, exuberante júbilo y gozo por ver a la Reina, a la Madre de Dios.
Cuando los romeros llegan a la aldea, inundando el ambiente con alegres cantes, sus calles de arena se convierte en un ir y venir de caballos, charrets y carros de un sitio a otro.
De rigor es recibir a amigos en cada casa y devolver, posteriormente, la visita.
Todos somos hermanos en El Rocío, estamos en la casa de la Blanca Paloma.
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