De brillante color plateado, el Puente Salomón destaca entre los verdes cerros adyacentes y el rubí del Río Tinto.
Construido en mil ochocientos ochenta y ocho por el ingeniero inglés Thomas Gibson, esta obra de ingeniería permite salvar un gran meandro que dibuja el río a los pies de cerro que le da su nombre.
La vía discurre sesenta y ocho metros dentro de una gran viga-cajón de celosía, apoyada en los extremos y en un macizo central artificial.
Al final de la misma, aguarda el túnel Salomón que, con sus ciento cuarenta metros de longitud, es el más largo de los cinco túneles que salpican la Vía General.
Puente y túnel se unen para hacer de este paraje uno de los más espectaculares del Río Tinto.