Generoso y amable, hace ya dos siglos que sacias la sed del ganado.
Estás a algo más de un kilómetro del pueblo pero siempre te has sentido cercano.
A tan solo cincuenta metros existe un nacimiento de agua desde donde se encauza el agua que sirve a este pilar.
No descansas ni en invierno ni en verano, siempre estás dispuesto… por eso San Silvestre de Guzmán te debe gratitud inmensa.
El rigor del tiempo, el capricho de la meteorología, no han podido contigo. ¡Qué no habrán visto tus piedras!
Pero ahí sigues, recibiendo al viajero, siendo lugar de esparcimiento y de recreo para los más jóvenes.
Ahora estás rodeado de merenderos donde las familias pasan jornadas de merecido descanso. Comparten contigo la alegría de una vida algo más fácil que la de tus primeros tiempos. ¡Si tú nos contaras, querido Pilar de Huerta!