Doña Ana de Silva y Mendoza, esposa de séptimo Duque de Medina Sidonia, se mudó a su casa de recreo a finales del siglo dieciséis: el Coto de Doña Ana.
Desde entonces, muchos han sido los esfuerzos para proteger esta joya de naturaleza, en pleno corazón de Almonte.
Con una biodiversidad sin parangón en el mundo, en mil novecientos sesenta y nueve se convierte en Parque Nacional de Doñana, ejemplo de entorno protegido cuyo equilibrio, frágil, se han mantenido intacto durante siglos.
En sus marismas invernan más de doscientas mil aves acuáticas: flamencos, ánades, águilas imperiales, buitres, espátulas, cormoranes, garzas, ánsares…
El lince es su último faraón. Pero en sus pinares, dehesas, dunas y marismas se pueden ver también venados, gamos, gatos monteses, zorros, jabalíes, nutrias, caballos y vacas marismeñas…
Sus retos son enormes, por eso los almonteños la miman como a la hija pródiga, favorita… saben que sus futuros están ligados irremediablemente.