WASHINGTON IRVING Y LOS LUGARES COLOMBINOS Miércoles y jueves, 13 y 14 de agosto de 1828 “Don Juan,… mi amable y atento amigo me llevó al convento, el más opulento de Moguer, propiedad de una comunidad de veintiuna monjas de la Orden Franciscana. Me llamó la atención una monja que parecía mora. La iglesia es grande y está decorada con cierta riqueza sobre todo en la zona del altar mayor, la cual está adornada con los magníficos mausoleos de la valerosa familia de los Portocarrero, antiguos señores de Moguer, famosos durante la guerra contra los moros. La estatua en alabastro del más distinguido guerrero de la casa así como la de sus mujeres y hermanas están situadas, una al lado de otra, con las manos cruzadas, inmediatamente delante del altar mayor, mientras que las de los demás están colocadas en profundos nichos en las paredes laterales. Cuando entramos en el templo ya era noche cerrada, lo que hacía que la escena fuera aún más impresionante. El Interior estaba iluminado sólo por unas cuantas lámparas votivas cuyas débiles luces se reflejaban en los dorados del altar y en los marcos de los cuadros que nos rodeaban, reflejos que caían sobre las pétreas figuras de los guerreros y sus mujeres que dormían el eterno sueño de los siglos. La majestuosa mole central debía tener el mismo aspecto que cuando el piadoso descubridor llevó a cabo su vigilia, arrodillado ante el mismo altar, rezando y velando toda la noche para dar gracias por habérsele permitido completar este sublime descubrimiento”