Los cerros y lugares más altos de algunos pueblos eran dominios de los reyes de las cimas, los domadores del viento: el molino de viento.
En todo el bajo Guadiana, en pueblos como San Silvestre de Guzman, El Granado o Sanlúcar de Guadiana, entre otros, abundaban molinos como estos que hoy observamos.
Fueron construidos hace ya varios siglos, entre el dieciocho y diecinueve, en mampostería y piedra, levantando gruesos muros de hasta ocho o más metros de altura.
En ellos, al igual que en los extraordinarios molinos mareales que existían en la localidad, se molía el trigo para obtener harina, tan necesaria entonces como hoy.
Constaban de dos pisos, siendo el molino propiamente dicho el de arriba, y el de abajo reservado como hogar del molinero.
Por suerte muchos han sido espléndidamente conservados y restaurados para disfrute de los vecinos.
En este se puede disfrutar de unas vistas de postal de Portugal, donde había también molinos idénticos, y del Guadiana.