Después de la Mancha, la zona de Huelva fue donde más molinos de viento se construyeron desde el siglo XVII. Esta zona ha sido siempre abundante en vientos procedentes del Atlántico.
Estos ingenios, que por suerte aún siguen coronando muchas de nuestras colinas, se extendieron por todo el Andévalo y más allá, hasta tierras portuguesas. Se situaban cerca de campos de cultivo y de pueblos, sobre suaves lomas.
En días de buen viento podían moler hasta una tonelada de trigo, haciendo harina, bien básico para la subsistencia de la mayoría de la población humilde.
Muchas de estas construcciones siguieron en uso hasta bien entrado el siglo XX, sobre todo durante la Guerra Civil y posguerra, hasta que empezaron a funcionar las más eficientes fábricas de harina.
Este molino de La Solana, que se puede visitar en El Granado, fue restaurado en 1996 con elementos originales, muchos de ellos traídos del país vecino.
Del siglo XVIII, fue construido en piedra y arcilla con algo más de siete metros de altura y dos pisos, como era habitual en estas construcciones. Finalmente, antes de su techo de brezo y madera, estaba coronado por una cenefa de piedra. La planta baja era la vivienda del molinero y la alta contenía la maquinaria de la molienda.
El Granado no solamente contó con este molino pues, de hecho, fue una de las localidades donde fueron más abundantes. Solamente este de La Solana es capaz de funcionar hoy como lo hacía entonces.
Su testigo lo recogen los gigantescos molinos modernos usados para producir energía eólica.