Era difícil aumentar la belleza del que, sin duda, es uno de los pueblos más bellos de la sierra y de la región.
Pero este reto no amedrento a Pedro de Silva, que construyó, desde 1772 hasta 1792, la imponente Iglesia de San Marcos, orgullo de todos los alajeños. Hubo antes dos templos, de 1572 y 1616 respectivamente.
Probablemente el último quedase derruido tras el terremoto de Lisboa y fuera sustituido por esta espléndida edificación, que ha sabido mantenerse inalterada durante más de dos siglos.
Cuando decimos imponente no lo hacemos gratuitamente. Es, posiblemente, una de las iglesias más grandes de la provincia si no la que más, y su torre, esbelta y orgullosa, pasa por ser la más alta.
De planta basilical con presbiterio, en el interior observamos tres naves con bóvedas de aristas la central y de cañón las laterales, separadas por pilares toscanos. Su color se lo confiere el hecho de estar construida con piedra caliza y ladrillo.
Bellas estampas pueden verse si se visita la localidad durante las festividades de la Virgen de los Ángeles o el Jueves y Viernes Santos, en Semana Santa.