Desde su construcción, allá entre los siglos XIV y XV, muchas almas la han visitado en busca de amparo, de respuestas.
De estilo gótico tardío en transición al isabelino, el templo cumbreño muestra muchos elementos de interés. Por ejemplo, las tres portadas de piedra de cantería le confieren carácter a su, ya de por sí, robusto aspecto. Potentes contrafuertes se empeñan, desde hace siglos, en sujetar sus paredes con firmeza.
Ya en su interior podemos presenciar dos interesantísimas tallas románicas de los siglos XIII y XIV: la Virgen de la Torre y Santa Ana con el pajarito.
Su planta basilical de una única nave le otorga un aspecto sencillo, quizás sobrio. Posteriores reformas modificaron el aspecto primitivo con mayor o menor fortuna. De todo el conjunto, de especial interés son su cabecera ochavada, el retablo renacentista, las ventanas del altar mayor y la portada del sagrario.
La torre, terminada en el siglo XVIII, vigila tranquila, desde la plaza de España, el sereno devenir de esta humilde localidad fronteriza.