Majestuoso y sobrio, el principal monumento de Villalba del Alcor se divisa desde todo el pueblo, y ya desde lejos.
No es sólo su tamaño lo que hace especial al castillo-iglesia de San Bartolomé, en Villalba del Alcor.
Su origen como ribat, o rábida musulmana, con el doble uso característico de estos edificios, sagrado y militar, la hace casi única en toda la provincia, junto a La Rábida, la iglesia de Trigueros y la de Aracena. De este pasado musulmán aún podemos contemplar el patio de caballerías y el mihrab, adosado a uno de sus muros.
Tras la reconquista el castillo-iglesia pasó a mano de los caballeros templarios, como otras fortificaciones de la provincia.
La equilibrada factura de su planta rectangular, las líneas rectas de sus muros y patios, que datan del siglo quince con elementos del doce, y el color rojizo que le da el ladrillo visto de sus fachadas y torres, la hacen única en toda la tierra llana onubense.
Como es habitual en los edificios defensivos tiene varias torres, en este caso cuatro. Destaca la llamada Torre Llana, presbiterio de estilo mudéjar.
Dos son sus puertas: la Puerta de la Plaza, ojival, y la Puerta del Sol, la más antigua, con dos azulejos del siglo quince.
A lo largo de su historia ha ido acumulado joyas de orfebrería que, junto con sus pinturas murales dan gran belleza a todo el conjunto.
Las leyendas que se le atribuyen son numerosas, como la existencia de túneles que llegan a todo el pueblo o la existencia de un pozo de gran profundidad en el que se escondieron los tesoros más valiosos evitando su expolio durante la Guerra Civil.