Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, no podían dejar a Aroche sin un templo de gran dignidad y talla. Por eso en 1483 se empieza su construcción, que duró hasta el siglo XVII. Reúne, en un sólo edificio, los estilos gótico, mudéjar, renacentista y neoclásico. Su reloj de sol ha visto pasar cientos equinoccios; las campanas de su torre han prestado fiel servicio al pueblo. Por eso, los arochenos idolatran a su iglesia y la miran con orgullo.
Sus tres naves se levantan como queriendo tocar el cielo con los pilares góticos. Las puertas renacentistas del Sol y las Flores y la de las Limosnas, de factura gótica, han dejado pasar a generaciones enteras en busca de refugio para el cuerpo y el alma.
Una vez dentro, sus retablos y la rica imaginería que contiene no dejan indiferente al visitante. No se ha reparado en el empeño y esto se nota en la notable belleza de todo el conjunto. Una perla enclavada en sierra. Una sorpresa para el despistado que jamás esperase algo así. Digna de cualquier gran ciudad, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción luce orgullosa en plena sierra de Aracena y Picos de Aroche.