El casco urbano de Rosal es una excepción, totalmente diferente a tantos pueblos de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Lleno de rectas y extensas manzanas de viviendas que giran en torno a una Plaza Mayor, responde a los cánones funcionales de mediados del siglo XIX. Este trazado es similar al de otras poblaciones rurales que surgieron con los últimos procesos repobladores. Muchas de sus calles exhiben un característico empedrado de singular valor estético.
Destacando sobre el caserío de Rosal de la Frontera se encuentra la iglesia de San Isidro Labrador, del arquitecto Manuel de Zayas. Levantada en 1845 con estilo colonial, su construcción fue solicitada por las autoridades para atender las demandas de los nuevos pobladores asentados en la localidad.
Alberga en su interior interesante joyas de orfebrería y tallas del siglo XVII, como la anónima Virgen María, El Nazareno, obra del escultor sevillano Francisco Buiza, o la Virgen de los Dolores, de Sebastián Santos.
Este templo adquiere protagonismo durante las festividades de esta localidad fronteriza, destacando la Semana Santa o la Romería de San Isidro Labrador.
También merece la atención la Casa de la Cultura, antaño cárcel donde estuvo preso Miguel Hernández, quien sobrevivió gracias la atención de una vecina del pueblo.