El agua brota del manantial por los cuatro chorros de la fuente, convirtiéndose en reflejo limpio del sol, en espejo en el que se miran las mozas. Ese es el poder de la Fuente Nueva de Linares de la Sierra, ese es el secreto de su longevidad. Su limpieza, su pureza, su frescura.
Desde la fuente, donde beben los hombres, el agua pasa al abrevadero, donde beben los animales. Imagine a los arrieros dando descanso a sus bestias después de llegar de los pueblos cercanos.
Tras haber superado la sed de propios y extraños, el agua llega al lavadero. En él las lugareñas siguen lavando la ropa, resistiéndose a dejarlo en desuso. En sus dieciocho pilas se turnaban, desde 1908, para dejar reluciente las prendas de toda la familia.
La importancia del patrimonio nada tiene que ver con su grandiosidad, con la monumentalidad. A veces es pura gratitud por habernos servido fielmente, y sin descanso, durante tantos años.