Para entender la relevancia que tienen algunos de los edificios históricos de nuestros pueblos hay que saber leer en la piedra. Ir más allá de las meras apariencias pues, a veces, las humildes construcciones nos dan la clave que nos permite saber el porqué de nuestro destino.
Corría el año 1860 cuando La Compagnie Francaise des Mines de Cuivre empezó el proyecto del trazado del ferrocarril desde las minas del Andévalo, en La Zarza y Tharsis. Este hecho, que puede parecer insignificante, conllevó un aumento considerable de la rentabilidad y mucha más carga de trabajo para una comarca históricamente deprimida.
Todo lo anterior provocó que en los años veinte del siglo pasado se construyese el poblado minero industrial de Corrales. Pero mucho antes, sobre 1870, aquí ya se alzaba la estación de ferrocarril de Corrales.
La línea de la que hablamos pasaba por este edificio sencillo, con planta rectangular a dos alturas. Contaba con todas las dependencias que se le piden, incluso actualmente, a toda estación de ferrocarril.
Poco a poco a su labor de control del tráfico de mercancías se le fue uniendo la del transporte de pasajeros desde el Andévalo a la capital.
Es fácil imaginar el constante paso de personas por esta estación, ahora solitaria.
Gracias al inmejorable trabajo de la Escuela Taller San José Obrero II se restauró magistralmente para uso y disfrute de todos.