La Ermita de Santa Bárbara, refugio para el alma y también contra la tormenta en sus lejanos orígenes del siglo XVII, custodia la imagen de la Santa protectora del pueblo que se asienta a sus pies.
En lo alto del cerro se levanta un pequeño templo de encaladas paredes blancas y marcado carácter popular que atisba vigilante el discurrir de la vida en Santa Bárbara de Casa.
Avatares del tiempo y las circunstancias que han dejado huella en su estructura, que ha sufrido a lo largo de los siglos varias reestructuraciones y reformas, pero que no han mermado la fervorosa devoción de su pueblo, que cada 4 de diciembre celebra sus Fiestas Patronales en Honor a Santa Bárbara.
Unas fiestas que tienen su continuación el 8 de diciembre con la Fiesta de las Antorchas, en la que se queman antorchas hechas con plantas de gamones secas por las calles del pueblo.
Ascender por la empinada cuesta que lleva a la Ermita descubre hermosas vistas de los vecinos pueblos del Andévalo y Portugal y sirve de punto de partida a la ruta que conduce hasta los antiguos molinos de viento que siglos atrás salpicaban el paisaje.