A un kilómetro de Zalamea, en un amplio valle y rodeada de encinas, se localiza la antigua ermita de Nuestra Señora de Ureña, hoy dedicada a San Blas. Quizá podamos encontrar en el carácter agrícola de esta localidad el cambio de advocación sufrido a favor un Santo que goza de gran devoción por su fama de curar milagrosamente a personas y animales.
El santuario data de del siglo XV pero, a tenor los sillares de piedra aprovechados para su construcción, debió levantarse sobre un emplazamiento romano. El terrible terremoto que sacudió Lisboa y parte de esta comarca en 1755 afectó bastante a su estructura, por lo que la capilla fue reconstruida años después, terminándose las obras en 1775, época a la que debe su aspecto actual.
Esta ermita consta de una sola nave con cubierta de madera a dos aguas y presbiterio de planta cuadrada cubierto con bóveda de “media naranja”. En su lado izquierdo se adosa una pequeña sacristía y varias dependencias añadidas recientemente.
Ya en el interior, preside el retablo la Capilla Mayor la imagen de San Blas, aquel por el que cada tres de febrero se ungen las gargantas de los fieles con óleo bendito y te regalan un cordoncito que protege de males.