Enorme, con cinco metros de anchura de tronco y ocho de altura, es el principal símbolo de Cortelazor. Su fidelidad ha quedado demostrada con creces e impresiona verlo, anciano pero robusto, en plena Plaza del Olmo.
Con gran prestancia y plante se alza el Olmo Viejo entre casitas blancas. Durante diez siglos no hay vecino al que no hayan saludado sus fuertes ramas, cual brazos de un gigante.
Ahora lucha por ocupar el sitio que siempre ha sido suyo. Su tronco sufre el paso de los años, igual que las ramas más pesadas. Su copa ha de ser podada para conseguir equilibrio. Pero en líneas generales está sano, más si pensamos que la mayoría de sus compañeros han desaparecido por grafiosis.
Cuenta la leyenda que este ejemplar de olmo ibérico fue plantado por el mismísimo rey Carlos III cuando pasó por Cortelazor, a la vuelta de la Peña de Arias Montano. Cierto o no, este vetusto árbol participa como uno más de todas las fiestas del pueblo y sigue siendo un lugar donde encontrarse para empezar la jornada. En él también se celebraban, antiguamente, los Concejos de la Villa, donde se tomaban decisiones vitales para la misma.