Sancho IV no cesó en su empeño de reforzar la frontera del Reino de Sevilla. Preocupado por mantener a raya a los portugueses, por un lado, y a la Orden del Temple y la de Santiago, por otro, promovió la creación de lo que hoy llamamos “La banda Gallega”. No es más que un conjunto de fortificaciones a lo largo de la sierra de Aracena y Picos de Aroche, hasta Portugal.
Fruto del tesón de este rey, llamado El Bravo, hoy Huelva dispone de un rico patrimonio medieval. De él forma parte este Castillo de San Bartolomé. Realmente se trata de una muralla artillera cuya finalidad era alejar las pretensiones hostiles y dar cobijo, cuando las cosas se torcían, a los cumbreños.
Ha envejecido con nobleza y gallardía, dando abrigo en algunos de sus flancos a construcciones populares.
Pasadas ya las épocas más conflictivas el recinto recibió distintos usos, corriendo similar suerte que otras construcciones militares de la zona. Desde hace años posee un empleo peculiar: es la plaza de toros del pueblo y uno de los pocos ejemplos de ruedo rectangular que existen en la actualidad.