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Mujeres y niños andando por las calles, mercaderes ofreciendo sus productos traídos desde todo el Imperio, sacerdotes, pero sobre todo soldados, poblaron la única ciudad romana de Huelva: Turóbriga.
Su existencia, que se remonta al siglo primero antes de Cristo, no se debe al capricho de ningún gobernante poderoso: debía proteger las minas de la comarca, que tan importantes eran para el Imperio.
No le faltaba nada: un foro, con su basílica, curia y plaza pública porticada, donde se reunía el pueblo para dar culto a los dioses y ejercer el gobierno. Unas termas de grandes dimensiones en cuyas piscinas descansaban los habitantes. No menos importantes son las viviendas, los talleres artesanales y el Campo de Marte, donde se adiestraban para la lucha los soldados.
Está ante 12 hectáreas de pura historia: quizás uno de los vestigios más reveladores, pero más desconocido, de nuestro pasado.
