Apenas una decena de casas quedan hoy en pie en este pequeño caserío levantado junto al Arroyo de la Garganta, subsidiario del Río Odiel.
Su nombre denota el origen ganadero del asentamiento, conociéndose por majada el alberque del ganado y de los pastores.
Los muros derruidos de estas modestas viviendas de piedra son el testigo de una actividad agrícola y ganadera pretérita que luchó desde el siglo diecinueve por no desaparecer.
Hubo tiempos mejores, pero su entorno privilegiado le permite seguir adelante. La dehesa de encina que envuelve el caserío mantiene una notable cabaña de porcino ibérico, tan apreciado en nuestra gastronomía.
Mientras que la actividad agrícola gira en torno a la patata, el cereal o el forraje para el ganado.
Las casas en ruinas invitan a preguntarse por la vida de sus antiguos habitantes y los motivos que los llevaron a abandonar por siempre sus raíces.
Aquellas que quedan en pie, completamente reformadas, se han convertido en residencias privilegiadas donde disfrutar de unos días de tranquilidad en medio de la naturaleza.